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La Bodega del Baldomero

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Sergio es la cuarta generación de Baldomeros que mantendrá abierta las puertas de esta vivienda y Sheila, cuando visitó San Esteban por primera vez, se quedó enamorada de la bodega y el ambiente que se respiraba en el subsuelo de esta casa. Ahora ambas emociones se fusionan en este proyecto que ha permitido recuperar también la ilusión y los recuerdos de toda la familia, porque la que fuera la casa de los abuelos seguirá entre los suyos.

Esta joven pareja se consolidó en Madrid, donde trabajaban en el campo de las telecomunicaciones y el turismo, pero hace siete años decidieron apostar por vivir en el medio rural, sabiendo que San Esteban de Gormaz tiene mucho potencial: el barrio de las bodegas, el Duero, canoas, paseos en bicicleta, el románico, los puentes del Sotillo y un sinfín de espacios que ayudarán al turista a descubrir.

Y es que, aunque la casa estuvo a punto de ser vendida, un sentimiento les hizo lanzarse y quedarse con ella, todavía sin saber muy bien qué hacer, cómo si el destino les estuviera guardando una carta de futuro, para que se quedara en la familia. Porque en la vivienda había muchos recuerdos. Había sido la vivienda de su bisabuelo Baldomero, después de sus abuelos y Sergio todavía conserva en su memoria las horas que pasó en la bodega subterránea con su abuelo, de la habitación donde dormían su madre Cruz y su tía Tere, que están felices de ver cómo la vivienda sigue entre los suyos.

Con este proyecto, Sheila recupera también la emoción que le produce el paso de los turistas por la calle Mayor, porque el turismo siempre ha sido su pasión. Así que sumando vivencias y experiencias apuestan por crear este hotel rural en el que destaca una bodega que lleva más de 300 años siendo los cimientos de este edificio que ahora quiere ser el germen del futuro visitante.

Porque lo que quiere esta pareja es que el visitante llegue, se aloje y viva la experiencia de una tradición enológica en su propia casa, que se sumergen en esta cueva con sabor a historia como lo hacían sus antepasados, para los que las bodegas eran un punto de unión, reunión y socialización.

Con una copa de vino en la mano y sentados en la bodega, el visitante sentirá, como ellos, que este rincón de la Ribera del Duero está lleno de futuro.

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